Silla viuda
Entre lo que tarda un pincel en pintar con agua ras diluida en desodorante para chacras porsinas un melon agujereado en la zona curvilinea frontal derecha, mi tuerto pony examina las contundentes patas de una silla que quedo viuda tras perder el ano que la venia calentando desde que existe, cuando las manos de la persona que perecio y apoyaba su trasero la construyó sin tener en cuenta que una silla viuda es como un carpintero adicto a la construccion que vive en el desierto, vaya paradoja, porque quien construyo la silla, apoyo su trasero y perecio por haberse atragantado con una astilla mientras comia una empanada de madera terciada, nacio en el desierto, vivio en un frigorifico y murio a cococho de un jugador de basquet que lo sacaba a pasear todas las mañanas por la vereda de un barrio húmedo y sin pajaros.
Ahora se comenta que dicho basquetbolista seria el encargado de darle de comer a la silla, mejor dicho, alimentar sus ansias de ser utilizada, el unico problema es que este lungo hombre se sienta con las piernas cruzadas y a la silla eso le molesta en demasia porque le hace sentir que ella no brinda la comodidad absoluta, pero bueno, el tiempo y un megafono amplificado en la garganta de un conductor de radio lo dirán.